El Parlamento Europeo vota mañana la propuesta de nueva legislación comunitaria para permitir dejar en manos de los Estados el control de Internet (principalmente, el control sobre las descargas de archivos y la ilegalización de los portales “concentradores” -responsables de las páginas web que alojan o enlazan los archivos protegidos por derechos de propiedad intelectual y que permiten las descargas gratuitas mediante programas p2p (eMule, BitTorrent, Aries...)-.
Las nuevas tecnologías, las modernas autopistas de la información y el desarrollo de un metalenguaje propio, especializado e incomprensible, han ensombrecido y convertido casi en metafísico un problema que no debería ser tan inescrutable. En este sentido, pienso que, al margen de análisis más concienzudos, eruditos y rigurosos, la situación puede resumirse así:
En líneas generales, la descarga gratuita de archivos (películas, videos o música) es piratería pura y dura. Exactamente lo mismo que fotocopiar libros. El problema es que el modelo de venta de música y cine no responde a las demandas actuales: es abusivamente caro (no sé si por culpa de las compañías distribuidoras... o de las antagónicas y desorbitadas aspiraciones económicas de los artistas), rígido (por ejemplo, hay que hacerse con elepés enteros) e incómodo (no es sencillo comprar por Internet).
El canon que se aplica a la venta de dispositivos de almacenamiento y copia habilita moralmente a mucha gente a pasarse por el forro la cosa de la propiedad intelectual. Es como si a todo el que tuviera perro le cobraran anticipadamente un canon por manchar la calle: ¿quién iba a recoger los excrementos de su animal?
En el futuro, probablemente nadie almacene música o vídeo en su ordenador. Nos conectaremos a servidores donde estará todo disponible a través de redes ubicuas de alta capacidad. Y se pagará por uso, no por posesión, con precios razonables.
Las nuevas tecnologías, las modernas autopistas de la información y el desarrollo de un metalenguaje propio, especializado e incomprensible, han ensombrecido y convertido casi en metafísico un problema que no debería ser tan inescrutable. En este sentido, pienso que, al margen de análisis más concienzudos, eruditos y rigurosos, la situación puede resumirse así:
En líneas generales, la descarga gratuita de archivos (películas, videos o música) es piratería pura y dura. Exactamente lo mismo que fotocopiar libros. El problema es que el modelo de venta de música y cine no responde a las demandas actuales: es abusivamente caro (no sé si por culpa de las compañías distribuidoras... o de las antagónicas y desorbitadas aspiraciones económicas de los artistas), rígido (por ejemplo, hay que hacerse con elepés enteros) e incómodo (no es sencillo comprar por Internet).
El canon que se aplica a la venta de dispositivos de almacenamiento y copia habilita moralmente a mucha gente a pasarse por el forro la cosa de la propiedad intelectual. Es como si a todo el que tuviera perro le cobraran anticipadamente un canon por manchar la calle: ¿quién iba a recoger los excrementos de su animal?
En el futuro, probablemente nadie almacene música o vídeo en su ordenador. Nos conectaremos a servidores donde estará todo disponible a través de redes ubicuas de alta capacidad. Y se pagará por uso, no por posesión, con precios razonables.
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