BÁCULO Y GUÍA PARA MANEJARSE DECENTEMENTE POR LA MITOLOGÍA PENAL CONTEMPORÁNEA

martes, 22 de marzo de 2011

guarrerías españolas

A propósito de la reciente Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, dedeclarando la improcedencia del despido de un trabajador que puso en peligro el sistema informático de la compañía cuando visitaba páginas porno desde el portátil de su empresa, se me ocurren las siguientes reflexiones en relación a las contradicciones legales y sociales que se ponen de manifiesto en la regulación de la materia:

- Que determinados vicios -entendiendo por tales los hábitos contrarios a la salud, la moral y las buenas costumbres, según algún criterio- sean perfectamente admitidos en el entorno laboral, mientras que la práctica de otros se considere una monstruosa falta. Y además, que la categorización de un vicio dentro de uno u otro grupo cambie con facilidad a lo largo del tiempo. ¿Por qué se puede tomar café y no alcohol en el trabajo? O, mejor dicho, ¿cuándo dejó de haber botellas de licor en el despacho de los directivos? Si uno se sale a fumar periódicamente a la calle (habiendo cambiado este hábito de grupo en los últimos años), ¿estaría bien visto que saliera cada tres horas a mantener relaciones sexuales, evitando así el impulso de visualizar material pornográfico en su pantalla?

- Que, puestos a despedir a un empleado, y considerando tal acción improcedente, la indemnización que deba hacer efectiva la compañía sea inversamente proporcional al grado de incumplimiento contractual por el que está pagando. Es decir, si un contrato tiene carácter indefinido, se entiende que debería durar hasta la jubilación del empleado. Si la empresa lo rompe a los pocos años de celebrarse -es decir, cuando aún le queda mucho tiempo para cumplirlo-, la indemnización será pequeña, mientras que si lo resuelve unilateralmente un par de años antes de la jubilación del trabajador, su castigo será enorme. Me pregunto si, de ser al revés, no se vería enormemente favorecida la estabilidad en el empleo, ya que las empresas habrían de estar muy seguras del despido de un trabajador veterano para sustituirlo por uno más joven, cuya posterior destitución resultaría mucho más costosa en caso de necesidad.

- Que la legislación relativa a los malos usos de la tecnología pretende con frecuencia proteger sistemas muy endebles con castigos muy severos. Por ejemplo, la violación de la correspondencia electrónica no presenta ninguna dificultad técnica y está al alcance de cualquier administrador de los sistemas por los que pasa el correo, sin que quede de ello huella alguna. Evitar tal violación sería técnicamente muy sencillo, ya que las técnicas de cifrado están universalmente difundidas y se encuentran a nuestro alcance en los equipos y programas informáticos que usamos de forma cotidiana. Sin embargo, se opta por no usarlos y buscar la protección en la normativa. Algo así como si permitiéramos a los ciudadanos salir armados a la calle pero penáramos severamente el uso de las armas. Esto supone una ventaja para los verdaderos "malos", para los delincuentes profesionales, que no encontrarán en la ley un motivo suficiente para dejar de cometer con impunidad un delito muy sencillo de ejecutar.

- Que, localizado un problema de seguridad, se pretenda atacar éste con medidas vicariantes; es decir, sustitutivas de las realmente eficaces. Si, pese a la legislación, el correo electrónico nos resulta poco seguro, añadimos a todos los mensajes coletillas en varios idiomas avisando de la confidencialidad del mismo. Si los trabajadores hacen un mal uso de Internet, extendemos su contrato para convertir tal mal uso en falta laboral. Y si los sistemas informáticos de las empresas no pueden superar las auditorías de seguridad, exigimos a todos los trabajadores que los usan la firma de una declaración colectiva, de ésas que jamás se leen, en la que afirman que comprenden su responsabilidad sobre tan endebles medios.

En suma, que el empleado que utilizaba el ordenador corporativo para ver fotos guarras no sólo es un indecente, sino que debería pasarse al café (cuyo derramamiento sobre los teclados causa probablemente más accidentes en los equipos ofimáticos que los virus), podrá ser despedido con facilidad únicamente si lleva poco tiempo en la empresa, habrá incurrido con facilidad en terribles delitos... y seguramente tendrá firmado un anexo a su contrato por el que, de darse tales presupuestos, se convertirá inmediatamente en rana. Y todo ello, por salido y desleal.

1 comentario:

Jorge Ramiro Pérez Suárez dijo...

Rafa,

Este artículo es glorioso. Solemnte por su título me ha ganado.

Un saludo,