BÁCULO Y GUÍA PARA MANEJARSE DECENTEMENTE POR LA MITOLOGÍA PENAL CONTEMPORÁNEA

lunes, 14 de septiembre de 2009

Palomino y Estébanez coincidieron tres segundos

La muerte de un hijo es un hachazo siniestro en el corazón de un padre. Un sinsentido, un grito infinito, un túnel de horror sin salida. No hay consolación posible, ni se quiere. El dolor aviva el recuerdo, que es lo único que queda, y la absoluta tristeza diaria se convierte en compañera, aliada y confidente. No hay alivio; sólo desesperación, silencio y vacío.

Buscar lógica en ese devenir grotesco y cruel resulta un tarea absurda, abocada, cuando menos, a la locura y a la desesperación, y muy poco compatible con la conciencia de lo tangible, caduco e insignificante de la existencia.

Pero el grito desgarrado de un padre no conoce de razón, y buscar un fundamento al caos se convierte entonces en el único objetivo y la única escapatoria posible. Autor se confunde entonces con responsable, víctima con héroe, excusa con explicación… y muerto con mártir.

Un catálogo de razones más o menos legendarias apuntalará un nuevo sinsentido, quizá una cierta justicia, con seguridad un nuevo dolor. Otros padres descubrirán lo siniestro del sufrimiento ilógico y del daño gratuito. Veintinueve años con sus diezmil quinientos noventa y cinco días de angustia se convertirán entonces en la consecuencia lógica y necesaria de algo tan inocente como vivir.

1 comentario:

JUAN DE DIOS DE BAILEN dijo...

Ha sintetizado perfectamente, lo que una barbarie ha causado. Solo me queda que decir que actué el Estado de Derecho.