Los sistemas de control social no son estáticos ni inmutables. Al menos, no deberían serlo los que persiguieran unos estándares mínimos de estabilidad y eficiencia. Estos sistemas -los dinámicos- evolucionan y se revisan periódicamente, y mutan a través de la formación intelectual y el diálogo entre los individuos que forman el sustrato sobre el que actúan. Su progreso, sin perder de vista el fin que los fundamenta, interacciona con la sensibilidad moral, ética y política de cada momento.
Pero, de la misma forma y por las mismas razones, no puede entenderse un sistema de control desligado de la sociedad sobre la que se desarrolla ni ajeno a las peculiaridades de los sujetos sobre los que se precipita. Si el sustrato es heterogéneo, o cambia de rumbo, o se desmotiva, y sin embargo el sistema permanece inalterable, su eficacia puntual desaparece, y sus fundamentos -válidos en otro entorno, en otras circunstancias y sobre otros sujetos- pierden legitimación. Y en eses momento aparece el descontrol, la desmotivación y la anarquía.
El pasado fin de semana, Alcorcón vivió, a través de una muestra microscópica, una de las consecuencias elementales de todo lo que estamos hablando. Los periódicos han dado buena cuenta de ello, y los especialistas, desde una u otra perspectiva, desenfocados o no, también. En clase hemos debatido un poco y algún alumno, como Alba Bódalo, se ha atrevido a esbozar su propio punto de vista: "Bandas de Latin Kings -dice-, hay en Alcorcón, como hay en Móstoles, Pinto, Fuenlabrada, o el centro de Madrid; y aunque una pelea de la magnitud de Alcorcón no sea muy frecuente, altercados con estos grupos hay casi a diario. Creo que el hecho de que un movimiento cultural se autodenomine nación y tenga como máxima dominar los territorios en los que se establece, supone un problema real para el Estado de Derecho sobre el que actúa y para los intereses del Estado de Derecho en los que se desarrolla".
Pero, de la misma forma y por las mismas razones, no puede entenderse un sistema de control desligado de la sociedad sobre la que se desarrolla ni ajeno a las peculiaridades de los sujetos sobre los que se precipita. Si el sustrato es heterogéneo, o cambia de rumbo, o se desmotiva, y sin embargo el sistema permanece inalterable, su eficacia puntual desaparece, y sus fundamentos -válidos en otro entorno, en otras circunstancias y sobre otros sujetos- pierden legitimación. Y en eses momento aparece el descontrol, la desmotivación y la anarquía.
El pasado fin de semana, Alcorcón vivió, a través de una muestra microscópica, una de las consecuencias elementales de todo lo que estamos hablando. Los periódicos han dado buena cuenta de ello, y los especialistas, desde una u otra perspectiva, desenfocados o no, también. En clase hemos debatido un poco y algún alumno, como Alba Bódalo, se ha atrevido a esbozar su propio punto de vista: "Bandas de Latin Kings -dice-, hay en Alcorcón, como hay en Móstoles, Pinto, Fuenlabrada, o el centro de Madrid; y aunque una pelea de la magnitud de Alcorcón no sea muy frecuente, altercados con estos grupos hay casi a diario. Creo que el hecho de que un movimiento cultural se autodenomine nación y tenga como máxima dominar los territorios en los que se establece, supone un problema real para el Estado de Derecho sobre el que actúa y para los intereses del Estado de Derecho en los que se desarrolla".