Ayer nació en España el primer bebé seleccionado genéticamente y, aunque el debate ya estaba abierto, las diversas opiniones sobre el caso no se han hecho esperar.
El problema es apasionante, verdaderamente, pero, siguiendo el hilo conductor de los artículos de referencia, considero que la diatriba moral no es si el fin justifica los medios, sino identificar el fin. Como en otras ocasiones, insisto en que es necesario tener claros los principios o axiomas a los que nos vamos a atener. De lo contrario, la decisión vendrá siempre condicionada por lo que nos dé más pena, lo que esté más de moda o, simple y llanamente, lo más útil o lo que más le convenga al que decide.
Sobre la manipulación de embriones, es preciso establecer, como presupuesto de toda posible discusión, si consideramos a éstos seres humanos o no. La cuestión, pues, moral y jurídica, es la misma que en el caso del aborto: ¿cuándo empieza la vida humana digna de protección? Hay varias alternativas razonables:
1. En el momento de la unión de óvulo y espermatozoide; es decir, cuando aparece una dotación cromosómica nueva y única.
2. Tras la implantación, ya que, de la misma forma que la naturaleza desperdicia millones de espermatozoides, también un alto porcentaje de embriones sin implantar se pierden de forma natural y a nadie se le ocurriría tratar de salvarlos.
3. Cuando aparecen células nerviosas; criterio que se usa en algunas legislaciones para establecer el límite a la experimentación con embriones.
4. Cuando el feto tiene posibilidades de vivir fuera del claustro materno.
La Iglesia y muchos pensadores han considerado en los últimos decenios que la elección clara es la primera. Pero, considerando que el momento de inicio de la vida probablemente no pueda ser fijado de forma absoluta, sino que depende de lo que sabemos en cada momento histórico sobre ella y del control que tenemos sobre la procreación humana, creo que es ahora mismo más razonable dar por buena la segunda alternativa. Claro que, ¿qué pasará cuando podamos obtener seres humanos sin necesidad de implantación uterina?
Y en lo que respecta a la selección genética, bien sea con estos fines, bien con el de escoger sexo, o incluso para perfeccionar la raza, ¿es esto una aberración antinatural o, por el contrario, es un regreso a las leyes de la naturaleza? El ser humano ha dejado de evolucionar como especie porque no hay selección natural: los individuos inferiores en fuerza o inteligencia no se mueren y se reproducen igual que el resto. En cierto modo, estamos en inferioridad de condiciones con respecto al resto de los seres vivos, que sí siguen evolucionando. Desechar 20 embriones "contaminados" o inservibles para tal o cual fin, no dista mucho de desecharlos por no alcanzar determinados índices de perfección, fortaleza, resistencia a las enfermedades o longevidad. Así las cosas, ¿no es hora ya de dejarnos de hipocresías y atajos, y retomar de una vez por todas la evolución humana?
Sobre la manipulación de embriones, es preciso establecer, como presupuesto de toda posible discusión, si consideramos a éstos seres humanos o no. La cuestión, pues, moral y jurídica, es la misma que en el caso del aborto: ¿cuándo empieza la vida humana digna de protección? Hay varias alternativas razonables:
1. En el momento de la unión de óvulo y espermatozoide; es decir, cuando aparece una dotación cromosómica nueva y única.
2. Tras la implantación, ya que, de la misma forma que la naturaleza desperdicia millones de espermatozoides, también un alto porcentaje de embriones sin implantar se pierden de forma natural y a nadie se le ocurriría tratar de salvarlos.
3. Cuando aparecen células nerviosas; criterio que se usa en algunas legislaciones para establecer el límite a la experimentación con embriones.
4. Cuando el feto tiene posibilidades de vivir fuera del claustro materno.
La Iglesia y muchos pensadores han considerado en los últimos decenios que la elección clara es la primera. Pero, considerando que el momento de inicio de la vida probablemente no pueda ser fijado de forma absoluta, sino que depende de lo que sabemos en cada momento histórico sobre ella y del control que tenemos sobre la procreación humana, creo que es ahora mismo más razonable dar por buena la segunda alternativa. Claro que, ¿qué pasará cuando podamos obtener seres humanos sin necesidad de implantación uterina?
Y en lo que respecta a la selección genética, bien sea con estos fines, bien con el de escoger sexo, o incluso para perfeccionar la raza, ¿es esto una aberración antinatural o, por el contrario, es un regreso a las leyes de la naturaleza? El ser humano ha dejado de evolucionar como especie porque no hay selección natural: los individuos inferiores en fuerza o inteligencia no se mueren y se reproducen igual que el resto. En cierto modo, estamos en inferioridad de condiciones con respecto al resto de los seres vivos, que sí siguen evolucionando. Desechar 20 embriones "contaminados" o inservibles para tal o cual fin, no dista mucho de desecharlos por no alcanzar determinados índices de perfección, fortaleza, resistencia a las enfermedades o longevidad. Así las cosas, ¿no es hora ya de dejarnos de hipocresías y atajos, y retomar de una vez por todas la evolución humana?
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