BÁCULO Y GUÍA PARA MANEJARSE DECENTEMENTE POR LA MITOLOGÍA PENAL CONTEMPORÁNEA

lunes, 16 de febrero de 2009

eluana


El pasado 9 de febrero murió Eluana Englaro, la joven italiana de 38 años que estaba en estado vegetativo irreversible desde 1992, y cuyo postrero periplo vital ha dado lugar al penúltimo debate -filosófico, jurídico y moral-, sobre la vida y la muerte, sobre los presupuestos de nuestro sistema penal más allá de las posibles utilidades que, en un momento dado, pueda tener contravenirlos, y sobre el derecho inalienable de todo ser humano a vivir con un mínimo de dignidad.

Hay aquí, en mi opinión, dos cuestiones de fondo, de distinto calado. La menos importante es la de hasta qué punto se debe ayudar a vivir -o impedir morir- a quien la vida le resulta una tortura. Esto lo tenemos más o menos resuelto, toda vez que impedimos y penamos cualquier tipo de ayuda al suicidio, que es el intento de terminar con su vida de alguien que no la puede soportar. También tenemos bastante aceptado que no tiene sentido alargar el sufrimiento de alguien que va a morir seguro en breve plazo, y de hecho, en la práctica, médicos y hospitales tienden a acortar el tiempo de dicho sufrimiento, sin que nadie se preocupe demasiado de la legalidad de tal comportamiento, que percibimos como moralmente lícito.

La otra cuestión es más difícil. Hemos de partir de la base que el respeto a la vida humana es un axioma de nuestro sistema moral y legal. Nos enfrentamos al problema de que muchas personas, incluyendo legisladores y jueces, ignoran este hecho. Pero asumamos que partimos de él. La evolución de la biología y la medicina nos ha llevado a un problema que no teníamos hace años: en ciertos casos, el hombre es capaz de tomar control sobre el principio y el fin de la vida. La posibilidad de realizar fecundación in vitro ha puesto en cuestión que la unión de óvulo y espermatozoide constituya el origen de un nuevo ser humano. De la misma forma, la posibilidad de mantener a una persona con el corazón en marcha durante un tiempo virtualmente ilimitado nos llevó hace ya tiempo a considerar que alguien moría, no cuando se le paraba este órgano, sino cuando cesaba la actividad cerebral. Dado este control sobre el inicio y el fin, ¿cómo definir e identificar los momentos de nacimiento y muerte?

Y los problemas no han hecho nada más que comenzar. Porque si ahora tenemos dudas sobre los extremos de la vida humana, pronto las tendremos sobre los límites "laterales". Cuando alguien cruce genéticamente -de forma pública, me refiero- un ser humano con un simio, ¿le reconoceremos al nuevo ser los derechos de un hombre? ¿Qué porcentaje de genes humanos deberá tener para que lo hagamos? Y un clon creado como repositorio de órganos de un individuo existente, ¿tiene derechos humanos también? Hasta ahora decíamos que hay un nuevo ser cuando se crea una nuevo ADN, único e irrepetible. El clon, cuyo material genético es copia exacta de otro individuo, ¿es un ser humano diferente? En caso afirmativo, ¿qué ocurre si utilizamos un simio para alojar en su interior órganos humanos clonados? ¿Y si entre estos órganos estuviera el cerebro?

Urge, por tanto, una redefinición de ser humano y de vida humana, aun asumiendo que los límites, como siempre, serán imprecisos. La intuición y la legislación sobre reproducción asistida parecen ir en la dirección de asociar la condición de hombre a su sistema neurológico, que es el que nos permite pensar. Buscando una definición menos biológica y más filosófica, podríamos decir que humano es el ser que tiene o que podrá tener conciencia de sí mismo y es -o podría ser- capaz de comunicárnoslo de alguna manera inequívoca. Pero esto sólo es un ejemplo, o más bien una prueba, de definición sencilla que nos puede ayudar a resolver nuestros problemas.

Apliquemos esto al caso de una persona en coma irreversible. Entiendo que, durante el coma, un paciente no siente nada, no se entera de nada y no tiene conciencia de sí mismo. Si la situación es irreversible -dentro de una definición de irreversibilidad que excluya los milagros-, nunca recuperará tal conciencia y, por tanto, no podríamos hablar de vida humana, ni actual ni potencial. Desde este punto de vista, parece razonable no seguir manteniendo el cuerpo vivo. Se podría argumentar que, precisamente porque no hay sufrimiento ni percepción del paso del tiempo por parte del paciente, no importa mantener el cuerpo con vida por si el azar o la medicina consiguen resucitar algún día la conciencia. Pero aceptar este razonamiento nos llevaría a meter a multitud de moribundos en el congelador de Walt Disney. En todo caso, aquí podría ser de utilidad un testamento vital. Más delicada parece la definición de "situación irreversible". Y es posible que no nos quede más remedio que, ayudándonos de nuestros conocimientos médicos y de la estadística de casos pasados, acudir a un sistema de plazos, sistema que parece estar resultando útil también en el otro extremo de la vida.

Me temo, no obstante, que esta definición de ser humano -el que tiene o puede tener conciencia de sí mismo- nos ayuda menos en ese otro extremo. Si en algunas legislaciones se considera aceptable la manipulación de embriones hasta el momento en el que aparecen células nerviosas, podríamos considerar este límite acorde con nuestra definición porque la conciencia requiere la existencia de un cerebro operativo y el cerebro está formado por neuronas. Pero este razonamiento parece un poco cogido por los pelos, ya que si las primeras células nerviosas son el origen necesario para desarrollar un cerebro, también lo es el óvulo fecundado para desarrollar las primeras neuronas, e incluso podríamos remontarnos a los gametos previos a la fecundación. ¿Pueden los plazos ayudarnos de nuevo aquí, aportando una solución imperfecta pero de compromiso?

En fin, pocas respuestas y sí muchas preguntas. Pero intuyo que, aceptado el principio de que la vida humana debe ser intocable y enfrentados a la necesidad de encontrar una definición de vida humana que nos permita decidir claramente cuándo ésta se termina de forma natural (si es que el término natural tiene algún significado real aquí), casi todas las posibles definiciones acordes con el actual grado de avance de la medicina nos llevarían a determinar que una persona en coma irreversible está ya muerta, por lo que lo más digno que podemos hacer con su cuerpo es desconectarlo de una falsa vida.

Sé que argumentaciones con ésta nos lleva a la eterna pregunta de si la razón guía los actos del hombre o si sólo sirve para justificarlos, pero ésa ya es otra historia.

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