El infierno son los otros, pero los delincuentes también. Embutidos en nuestro microcosmos de consumo y crisis, pensamos que las cárceles son frías y están lejos, y que en ellas viven exclusivamente asesinos a sueldo y violadores irrecuperables... Bueno, estos tipos sí viven allí, pero la verdad es que en las prisiones abundan principalmente los camellos, los ladronzuelos de poca monta y una heterogénea masa de estafadores y bronquistas profesionales. Gente normal, si me permiten el adjetivo, pero con muy mala follá y bastante poca suerte.
Todos tienen madres, algunos incluso hermanos y hermanas, y, los más afortunados, también novias y novios que les escriben, les visitan y aseguran, ante quien corresponda, que los presos son buenos padres y mejores hijos.
Detrás de cada delincuente hay una historia de justificaciones, exculpaciones e irresponsabilidades, pero también un currículum de egoísmos, ausencia de valores y desprecio por los demás. Individuos dignos de la compasión de Concepción Arenal... pero también de la ira retributiva y preventiva de Yahvé.
Fuera de programa queda lo jurídico, lo dogmático, lo hermenéutico. Queda la aplicación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que suele hacerse de manera plana y asistemática, confundiendo la ira (y la moral) con la justicia (y el Derecho), y sin valorar suficientemente la necesaria excepcionalidad de algunas de sus previsiones -en este caso, la prisión provisional-. Queda el Código Penal, que permite un prudente arbitrio judicial de modulación de circunstancias en los casos de robo con violencia o intimidación (penas de prisión de uno a cinco años), pero que es esclavo de la ambivalencia (preventiva y retributiva) de las penas que prescribe. Y, finalmente, queda también el sentido común de los jueces, a veces más preocupados de la aplicación técnica de las normas que de la búsqueda de su fundamento científico.
Nuestra sociedad no está dispuesta a soportar matones, ni a los reincidentes ni a los primerizos. Pero tampoco debería ser flexible con los justicieros, esos bienintencionados y cobardes fontaneros de la ley a los que el Estado de Derecho sólo les sirve como pretexto formal para repartir jarabe de palo entre los niños malos.
Todos tienen madres, algunos incluso hermanos y hermanas, y, los más afortunados, también novias y novios que les escriben, les visitan y aseguran, ante quien corresponda, que los presos son buenos padres y mejores hijos.
Detrás de cada delincuente hay una historia de justificaciones, exculpaciones e irresponsabilidades, pero también un currículum de egoísmos, ausencia de valores y desprecio por los demás. Individuos dignos de la compasión de Concepción Arenal... pero también de la ira retributiva y preventiva de Yahvé.
Fuera de programa queda lo jurídico, lo dogmático, lo hermenéutico. Queda la aplicación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que suele hacerse de manera plana y asistemática, confundiendo la ira (y la moral) con la justicia (y el Derecho), y sin valorar suficientemente la necesaria excepcionalidad de algunas de sus previsiones -en este caso, la prisión provisional-. Queda el Código Penal, que permite un prudente arbitrio judicial de modulación de circunstancias en los casos de robo con violencia o intimidación (penas de prisión de uno a cinco años), pero que es esclavo de la ambivalencia (preventiva y retributiva) de las penas que prescribe. Y, finalmente, queda también el sentido común de los jueces, a veces más preocupados de la aplicación técnica de las normas que de la búsqueda de su fundamento científico.
Nuestra sociedad no está dispuesta a soportar matones, ni a los reincidentes ni a los primerizos. Pero tampoco debería ser flexible con los justicieros, esos bienintencionados y cobardes fontaneros de la ley a los que el Estado de Derecho sólo les sirve como pretexto formal para repartir jarabe de palo entre los niños malos.
Que los culpables vayan a la cárcel si así lo merecen. Pero cuando les corresponda.
3 comentarios:
Me sorprende que no haya accedido antes a este blog que une la frescura de la actualidad con el rigor. Enhorabuena. De inmediato agregaré el enlace como "el blog del penalista" en mi blog porque con ello voy completando la muestra de los blogs de derecho público mas sugerentes.
Sevach
"Pero tampoco debería ser flexible con los justicieros, esos bienintencionados y cobardes fontaneros de la ley a los que el Estado de Derecho sólo les sirve como pretexto formal para repartir jarabe de palo entre los niños malos."
El texto entrecomillado me parece extraordinariamente oportuno. Y también es probable que además de esos fontaneros, existan otros aún peores, tan cargados de ambición como faltos de escrúpulos.
¿Y por qué no hay que repartir jarabe de palo entre los chicos malos? Yo se los daría en damajuana..
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