BÁCULO Y GUÍA PARA MANEJARSE DECENTEMENTE POR LA MITOLOGÍA PENAL CONTEMPORÁNEA

viernes, 19 de noviembre de 2010

justificaciones, exculpaciones e irrelevancias

A cuenta de Felipe González, su entrevista, sus afirmaciones, y todos los comentarios a los que ha dado lugar, puede hacerse una breve reflexión sobre la hipocresía necesaria; sobre cuando la sociedad se ve en la tesitura de proclamar una cosa y tener que hacer la contraria, y sobre las circunstancias en las que nos vemos obligados a ir contra las normas establecidas por nosotros mismos. Se me ocurren varias situaciones.

El caso extremo es la declaración de guerra, que se produce cuando el derecho internacional falla y los Estados se ven incapaces de dirimir sus diferencias por medios pacíficos. Es curioso que muchas de las guerras recientes se hayan librado sin mediar declaración alguna, no sé si por cobardía o mediocridad de los gobernantes, o porque tal declaración suena demasiado fuerte a la sensibilidad de los votantes de los países civilizados. En todo caso, la guerra tiene la ventaja de que, al igual que en el amor, en ella todo vale, y con esos medios ilimitados se solucionan problemas de otra manera irresolubles (aunque en muchos casos sustituyéndolos por otros peores, o simplemente matando a los que los padecían). Algo parecido ocurre con los llamados estados de excepción, cuando la situación imposible de resolver por la vías democráticas previstas es interna. Tales estados excepcionales se han previsto en muchas de las más sofisticados formas de gobierno del pasado. Tampoco gusta esta vía a los votantes de los países desarrollados, motivo por el cual se tiende a sustituirlos por subterráneos crímenes de estado, cárceles secretas e interrogatorios fuera de las jurisdicciones garantistas. Las guerras no declaradas y los estados de excepción encubiertos nos repugnan, pero responden clara y tristemente a la necesidad objetiva de luchar con enemigos a los que no es posible enfrentarse por las vías ordinarias.

Pero no es la debilidad o la imperfección del sistema la única razón que está detrás de las soluciones alegales e inmorales. Las sociedades a menudo construyen su entramado normativo pensando en un ser humano más noble, más bondadoso y más predispuesto a la perfección que el que realmente existe. En las ciudades hay siempre lugares o espacios por todos conocidos donde se ejerce la prostitución más allá de lo permitido, y hay puntos de venta en cierto modo tolerados donde comprar drogas. Incluso cuando en España estaba penado el aborto, la aplicación de diversas eximentes y atenuantes a las madres que lo practicaban hacía que ninguna fuera condenada. ¿Son estas situaciones lamentables -cuya existencia aceptamos siempre y cuando sea con nuestro voto en contra- casos de hipocresía social, o reflejo del afán de la sociedad humana por ser mejor de lo que es?

Aun aceptando la segunda respuesta, la distancia entre la sociedad real y su sistema normativo no puede llegar a la esquizofrenia. Cuando la desconexión entre legalidad y realidad sobrepasa cierto límite, comienzan a aparecer brotes de linchamiento. Si, por ejemplo y como hemos vivido hace pocos meses, un condenado por terrorismo puede, al amparo de escorzos penales y penitenciarios, dejar la prisión en un plazo desproporcionadamente corto y trasladarse a vivir junto a la familia de su víctima, para amenaza y oprobio de la misma, la sociedad querrá solucionar estos casos tomándose la justicia por su mano. O bien será el legislador quien invente tipos especiales con penas disparatadas, que rompen la coherencia y la proporcionalidad de todo el corpus normativo. ¿Podríamos llamar linchamiento legislativo al que sufren los conductores que incumplen el Código de la Circulación?

7 comentarios:

Unknown dijo...

El principio de intervención mínima presupone que el derecho penal, solo debe intervenir en los casos de ataques muy graves a los bienes jurídicos mas importantes. Una de las consecuencia del ppio de intervención mínima es el ppio de proporcionalidad, el cual establece que las penas deben ser proporcionadas a la entidad del delito cometido, o que estos no pueden ser reprimidos con penas mas graves que la propia entidad del daño causado por el delito. Ante esto puedo pensar, que si se está produciendo un linchamiento a los conductores de vehículos, ya que con la nueva ley, hay imposiciones de penas de privación de libertad, para hechos que desde mi parecer, no hay ninguna proporcionalidad, como por ejemplo el hecho de privación de libertad para el que conduce ebrio puede estar penado con cárcel de 3- a 6 meses o el que conduce en Ciudad a una velocidad superior de 60 km / hora tiene la misma pena, cuando el ebrio a lo mejor puede ir a 20 km/ hora.
Eugenia Martín Ciscar

Jorge dijo...

Lo primero, felicidades por ser papá. Espero que los cuidados paternales no se hagan demasiado intensivos, jejeje.

Respecto al tema del texto la reflexión sobre si la ley está hecha para seres humanos "mejores" de lo que realmente somos me recuerda directamente a la primera visión del derecho penal de las escuelas clásicas y su concepción del derecho como algo abstracto, proveniente de razones superiores y que no necesita de un estudio concienzudo del delincuente. En la actualidad ese pensamiento parece mantenerse en tanto se crean y se aplican las leyes en base a un ser humano "promedio" y bondadoso sin relevancia individual a tener en cuenta. Como entonces parece que el bienestar del sistema y el mantenimiento de las garantías penales ante todo siguen primando en la dogmática.

Jorge Luis Rodríguez Espigares.

Albatros dijo...

Por supuesto que sí.
Tanto se criticó "la patada en la puerta" , y para mí es peor que te puedan, sin que haber cometido infracción alguna previa, parar el coche, abrir la ventana, obligarte a hacer un test de alcoholemia y todo lo que eviene después, si das positivo.

Me reafirmo en que la malísima calaña de nuestros políticos, hace que legislen sólo pensando en su poltrona y en cómo mantenerse en ella. Lo demás les da igual.

Pero esto son los lodos del sufragio universal y la ley D´ont.

Verónica Martín López dijo...

Considero que los políticos en su mayoría viven de la hipocresía, por lo que mejor no hacer mención alguna de ello porque lo que podría decir no es para nada objetivo.
Por otro lado, siempre me ha parecido increible que personas que cometen asesinatos intencionados puedan marcharse a su casa con su familia y para más burla, ser recibidos entre gritos y aplausos. Entonces según esto serían desproporcionadas las medidas que se están tomando con los conductores que incumplen en Código de Circulación.
Estos conductores están poniendo en peligro su vida y la del resto de los ciudadanos, pero si se están tomando esas actuaciones para los asesinos, por qué tanta medida y prohibición para aquellos que simplemente pisan un poco más el pedal cuando no hay nadie por la carretera.

Unknown dijo...

A través de las guerras, de los estados de excepción, de la moral, podemos justificar todo tipo de violencia, torturas, muertes, con el fin de conseguir unos objetivos y una sanciones. Pero esto no es valido, en un Estado de Derecho, donde se deben cumplir una serie de normas y que deben regirse bajo unos principios fundamentales. Y esto se tiene que mantener así, ya que si empezamos a justificar casos para imponer penas desorbitadas, que rompen con los principios establecidos, estaríamos antes ese linchamiento legislativo que con el paso del tiempo iría a mas, y al final se nos iría de las manos.
Eugenia Martin Ciscar

Laura dijo...

Laura dijo...
Este texto y los comentarios anexos me sugieren una idea a comentar. Uno de los grandes problemas que tiene el derecho y con ello su aplicación es que nunca vamos a estar de acuerdo con lo pactado. Se discute la necesidad de crear normas, se crean, se imponen pero para cuando esto llega, el mundo ha girado ya dos veces. La velocidad a la que evolucionan los problemas es mucho mayor a la que lo hacen las soluciones y por ello, la mayoría de las ocasiones no queda otro remedio que ir por detrás. Ante problemas que surgen se propone el aumento de la pena, pero ¿ha sido esto estudiado? ¿está justificado? ¿es una manera de silenciar las criticas?, este, por ejemplo, es el caso de las leyes en menores. Se impone pena por conducir bajo efectos del alcohol superando una determinada tasa, pero ¿esto está justificado? Se pide más, pero es dudosa la causa. El Derecho necesita por tanto un apoyo objetivo, estudiado para evitar de cierta manera esta hipocresía.

Unknown dijo...

Bajo mi punto de vista, pienso que más que un linchamiento, es una desviación de atención marcada por esos políticos que manipulan nuestros días desde el control social que ejercen sobre nosotros derrochando su hipocresía, al hacernos creer realidades interpuestas que invisibilizan los problemas más importantes (terrorismo, hambre, desprotección social...) que envuelven nuestra sociedad y la debilitan continuamente.

Y partiendo desde este pensamiento, observo como se imponen leyes sin fundamento alguno para penar desproporcionadamente acciones que ya forman parte de nuestra época (conducir ebrio, fumar en lugares públicos, etc.)pero con un objetivo inminente, el de distraernos del futuro ruin que nos espera.

No obstante, parece ser que ante los hechos mencionados la imprudencia tiene menos valor que el dolo, pero hasta que punto este hecho es demostrable, si partimos de la idea en la que si tienes un buen jurista, el atentar contra un bien jurídico fundamental no debe suponer penalización alguna; y es que a fin de cuentas las leyes son realizadas por personas que intentan salir lo menos perjudicadas posible de las acciones que como seres humanos pueden llegar a realizar, mientras que otros más débiles avivan las tasas de hacinamiento en las cárceles españolas.

Lorena Funes Escribano.