BÁCULO Y GUÍA PARA MANEJARSE DECENTEMENTE POR LA MITOLOGÍA PENAL CONTEMPORÁNEA

lunes, 28 de febrero de 2011

nothing works?



Que el proceso penal está anticuado, que resulta largo e ineficaz, y que se encuentra absolutamente desbordado por formalismos anacrónicos y vacíos, es algo que cualquiera que haya tenido la desgracia de ventilar asuntos jurídicos en un juzgado habrá podido comprobar.

Y no sólo me refiero a la ineficiencia en el reparto de tareas o a la falta de modernas herramientas de trabajo (hechos que la reciente implantación de la Oficina Judicial ha servido para corregir), sino en la propia esencia de la cosa, en lo alejado que nuestro aparato de justicia está de la sociedad, y en lo absurdo que resultan, pese a la encomiable labor de muchos jueces y magistrados, gran parte de sus postulados.

La contundente magnificencia de la sala del juzgado, la sobrecogedora e inquietante presencia del juez, y la irresistible autoridad de las fuerzas de seguridad ya no son tales. Ya no sirven. Ya no funcionan. Los hechos ya no se discuten en sede judicial, y los protagonistas no se ven amedrentados ni por el aparato penal ni por su aparatosidad.

Y viene todo esto a cuenta de las recientes declaraciones que una de las personas procesadas en el turbio y desgraciado ”asunto Mari Luz” ha realizado a una televisión privada.

La persona en cuestión, esposa del procesado, desdiciéndose de todas sus declaraciones ante la policía, ante el juez instructor y ante el magistrado juzgador y el jurado popular, ha preferido decirle la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a Ana Rosa Quintana. En televisión. En un programa matinal de entretenimiento, y rota por la amenazante y poderosa maquinaria digital y periodística que le perseguía y atosigaba. El proceso penal le venía grande, le era ajeno. Se la refanfinflaba, vamos. Pero la contundencia de Ana Rosa y sus ayudantes pudo con su entereza y su trabajada coartada.

Pienso ahora también en el caso de Marta del Castillo, y en la insolente rueda de dichos y desmentidos que sus protagonistas están realizando ante autoridades y agentes judiciales varios. Y en la actitud chulesca y desafiante mantenida por muchos delincuentes y pistoleros ante los magistrados encargados de juzgarlos y frente a los familiares de las víctimas a las que asesinaron o torturaron...

Esto, definitivamente, no funciona. Esto ya no sirve. Y no se trata de cargarse el garantismo de nuestros procesos ni en abrir la mano a comportamientos indignos e ilegales de nuestras fuerzas del orden (que, haberlos, haylos); se trata de ponerse al día, de actualizar nuestros procedimientos coactivos e intimidatorios, y de acercar la administración de justicia a la mediática, incontrolada y desmotivada realidad del ciudadano de nuestros días.

1 comentario:

Albatros dijo...

OLÉ.